Los problemas económicos de las sociedades se pueden analizar desde su capacidad para organizar la cadena de valor del conocimiento, es decir, investigar, desarrollar, industrializar y comercializar el conocimiento.
Esta organización es eficaz cuando permite acceder a una nueva rutina que suplanta una forma establecida de resolver un problema. Para ello, las industrias intensivas en conocimiento invierten masivamente en activos intangibles (I + D, capital humano, capital organizacional, etc.).
Sin embargo, en la industria farmacéutica, nos enfrentamos a una paradoja: la vacuna contra Covid-19 podría crearse en un año en lugar de los diez años habituales, mientras que la financiarización de la industria farmacéutica ha provocado una disminución del gasto en I + D en relación con volumen de negocios en muchos países.
Francia gana
De hecho, la búsqueda de valor para el accionista ha llevado a las grandes farmacéuticas, los gigantes del sector, a destinar gran parte de los beneficios a la recompra de acciones y al reparto de dividendos. En Francia, por ejemplo, Sanofi ha distribuido el 99% de sus beneficios a través de recompras de acciones y distribuciones de dividendos durante los últimos diez años, según Economic Alternatives. Estos gastos, que podrían haber financiado la investigación básica, se realizan, por tanto, en detrimento de la innovación.
CAE (2021)
En términos más generales, la deserción de la industria farmacéutica francesa es solo un reflejo de una deserción más generalizada. En 2019, la relación global I + D / PIB se situó en el 2,2% en comparación con alrededor del 3% en Alemania. De estos 2,2%, solo el 18% se destinan a biología y salud y los fondos públicos para la salud disminuyeron un 28% entre 2011 y 2018. Esto no deja de tener consecuencias en el número de publicaciones, citas y comentarios patentados.

En los Estados Unidos, las empresas más financiarizadas son aquellas cuyo gasto en I + D es menos productivo por dólar gastado. Merck y Pfizer adquieren “éxitos de taquilla” creados por otras empresas, recaudan ingresos por propiedad intelectual y participan poco en el esfuerzo de desarrollo de fármacos. Estas empresas se convierten en “plataformas comerciales”.
Hay dos aspectos que requieren atención. Por un lado, la esquizofrenia de la actitud francesa valora la producción de nuevos conocimientos sin resentir las aplicaciones que transforman las formas de actuar, degradan productos y procesos existentes y reasignan habilidades. Así, en la industria farmacéutica, Francia no favorece la producción de medicamentos innovadores.
División social del trabajo
Por otro lado, las opciones innovadoras son necesariamente ambiguas y arriesgadas. En efecto, como hemos observado en nuestra investigación, es difícil evaluar a priori la aceptabilidad social de las políticas alternativas, distinguir los buenos proyectos de los que no lo son, seleccionar las direcciones en las que se ampliará y mantendrá el esfuerzo de I + D + i. ritmo con el progreso tecnológico.
Es por esto que las inversiones públicas en la realización de ensayos clínicos han sido un mecanismo de consolidación en la crisis de Covid. Los economistas Ruchir Agarwal y Patrick Gaule demostraron esto en su reciente análisis de 300.000 ensayos en 209 países, distinguiendo Covid de otras 75 enfermedades.
La primera muestra, que incluye 75 enfermedades, traza una regularidad empírica, “la ley del esfuerzo decreciente”. Cuando el número de pacientes aumenta en un 1%, el esfuerzo de I + D solo aumenta en un 0,43%. Por otro lado, la segunda muestra, que concierne al Covid, representa una excepción a esta ley. El número de ensayos clínicos, de 7 a 20 veces mayor que el que implica el tamaño del mercado, no generó una disminución de la inversión (efectos de desplazamiento).
Por tanto, es como si se hubiera producido una división social del trabajo. Las instituciones públicas de investigación (universidades, hospitales, centros especializados, etc.) proporcionaron el 70% de todos los ensayos clínicos en el mundo. En los Estados Unidos, el sector público ha contribuido a aumentar la innovación al permitir que el sector privado, que ha recibido apoyo del gobierno, lleve las vacunas al mercado en un tiempo récord.
Por tanto, los argumentos económicos no son suficientes para dar cuenta de la implementación de una nueva rutina. El argumento organizacional y relacional se vuelve preponderante en la comprensión de la articulación de actores públicos y privados dentro de las alianzas. Las motivaciones ajenas al mercado, como el deseo de generar efectos en la reputación proporcionando productos seguros y eficaces, también juegan un papel clave.